Carta #8

martes, mayo 24, 2011

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Buenos días, mujer:

Era marzo, y me recuerdo, escribiendo, justo cuando bostezaba mi último invierno de once meses. Espiral sin luz, donde tímidamente, de un espejo de reflejo inmóvil, asomaba a la vida este hombre descuidado. Arropada su desnudez con miedos de niño, aguardaba incertidumbre, en un escondite de la memoria.

Tanto tiempo caminé conmigo, que aprendí que largos viajes hacen las vidas cortas, y como todo mal viajero, que adelanta por nostalgia la fecha del regreso a su pasado, escapé por la puerta de servicio del País del Olvido.

Curiosas leyes que gobiernan nuestros sentimientos, tan curiosas, como imprevisibles, anárquicas, a la par que casi siempre sencillas... Y entre su descifrado y descifrado, se nos van escapando de la mano, los días y las noches, que de encararlos veloces en suspiros, se tornan alimento de nuestras miradas atrás...

Vagué mucho, y en ese caminar desorientado, colmé mis deseos de escapar con más pasos piel adentro, de los que di arrastrando la sombra cosida a mis pies... Y así fue como tejí disfraces de puertas abiertas, entre paredes de naipes encementadas de la fragua de unas ilusiones, que tras las bambalinas de tristes miradas, nunca nacieron para mirar...

Y hoy regreso al escenario de crimen, cargando el peaje de haber dejado en el País del Olvido, las grietas de mis dedos por donde tanta palabra escapó de mi cuerpo… porque eso, eso tienen las prisas.

Nadie supo explicarme, y nunca supe qué agitaba mi alma. No supe qué llevaba hasta la punta de mis dedos, palabra a palabra, haciendo verbo el dolor...

Y hoy, ya no es marzo, sabes, marzo también se deslizó jugando a perderme. Y en esa lúdica huida, divisó a lo lejos, como mi piel oxidada de afecto, asaltada por sorpresa, volvía a tomar aire de la vida...