carta #2

martes, febrero 22, 2011

Buenos días, mujer

Tres sueños por semana, es el precio más económico de una habitación compartida en régimen de media pensión que he conseguido negociar, tras pasar mis dos primeras noches maldurmiendo por las calles de este país del olvido.

Es curioso, pero lo único que no tiene precio aquí son las bebidas alcohólicas, que dicen es la terapia más usada para conseguir el propósito de omitir de nuestros pensamientos aquello que vinimos a olvidar, y que todos los que habitamos en este espacio con más o menos fuerza ansíamos.

Voy escaso de sueño, y me cuesta lograrlos, para de esta manera optar a adquirir los bienes de primera necesidad para sobrevivir. Se podría decir, sin temor a equivocarse, que los sueños son el bien más preciado por estos lares. Ya me han hablado de leyendas de ladrones de sueños, y de personas que intentan camuflar sus recuerdos como sueños… ambas cosas son arriesgadas, pues son los delitos más flagrantes que se pueden cometer, y que en caso de descubrirse traen consigo la automática expulsión sin excusa que valga.

Hoy fueron tres cervezas, y cuatro páginitas escritas de historias de mi historia, entre las cuales traté de evitar entrara sutilmente tu figura. Pero al llegar a la pensión y después de contar que solo me quedaba un sueño en mi bolsillo, decidí, a sabiendas que a la mañana siguiente no tendría más, invertirlo en soñarte…

Y te soñé, te miraba desde lejos, estabas sola, sentada en una terraza, en una silla de aluminio, junto a una mesa del mismo material brillante, que sujetaba un cortadito con la leche fría, tímidamente escoltado por unas decenas de granitos de azúcar, que habían caído en la maniobra de endulzar el café… Estabas allí, con tu apariencia tranquila y a la vez de deleite de la lectura que tenía atrapados cada uno de tus sentidos y pensamientos. Pasé así no sé cuántas horas, mientras tu ibas del sorbito de café a un sencillo pasar de página. No me atreví a decirte nada, tal vez, lo último que quise fue perturbar tan sagrado momento…

Así me bastó, soñarte contemplándote en la distancia, esbozando una casi ñoña expresión de felicidad.
Y así he despertado, empapado en sudor, habiendo invertido mi último sueño, y sabiendo que hoy, me va a resultar más difícil que ayer, el tratar de olvidarte…

Te envío un abrazo, como sabes, aquí, no traje besos...

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