carta #5

viernes, febrero 25, 2011

Buenos días, mujer


Ayer tardé en conciliar el sueño, aspecto este que se está volviendo casi costumbre en mis días en el país del olvido.

Sabes, una persona se vuelve más reflexiva cuando siente que está jugando la segunda parte del partido de su vida, cuando sabe que balancea más lo vivido que lo por vivir. Hoy pensé en los amores de mi vida, en sus errores más que en sus aciertos, en lo sentido, en lo explorado, en las palabras vertidas, y sobre todo en las calladas. Si algo tuvieron la mayoría de ellos, es que fueron amores silenciosos, de noches y de palabras, con un infinito deseo aplacado en la ausencia de la otra piel.

Tu amor fue diferente a todos ellos, fue reposado, fue sin duda, un amor de escena apacible, de una lectura mansa con poca luz y menos sueño, recordando a ese sonido de la infancia que arranca una suave brisa al peinar la yerba de un prado. Tu cuerpo quedó siempre lejos de mi deseo, pues solo deseé beberme tu alma a pequeños sorbos, iluminado por la luz que tenue, se deslizaría por las rendijas de los adverbios de tiempo y de lugar.

Hoy maldigo cuánta palabra susurrada fue a morir a la sombra de tu alma, esperando ser escuchada, y que entre sollozos, alboreó una mañana de invierno mientras regresaba al almacén donde quedarán custodiados por el olvido y por siempre, mis sueños muertos…

Me despido, y hoy quiero mandarte palabras, sencillas como tu sonrisa, porque como ya sabes, acá no traje besos…

1 comentarios:

Unknown dijo...

Increiblemente...!!! profundo.

Publicar un comentario