carta #4

jueves, febrero 24, 2011

Buenos días, mujer

Hoy surgieron mis primeras dudas. Dudas de si emprendí el buen camino hacia tu olvido, o debí perseverar en el mundo de los mortales en tu continuo recuerdo en mis actos y pensamientos.

Dicen que la duda es la mala, la que no nos permite el paso firme, la que nos embrolla, la que nos roba sueños y nos siembra desconcierto… pero a mi, la duda, esa capaz de generarme desequilibrio me seduce. Los y si, los peros y los sin embargos, las vueltas al principio… son los artilugios que utilizó mi mente para tratar de mantenerme vivo allí, en aquel mundo por el que tu caminas.

Y todas estas dudas, en su cara oculta, agitaron en demasía a mi persona, tal vez, descubriéndome como una pésima película, de esas subtituladas del original idioma estridente, que la curiosidad invita a empezar a ver, pero que la pesadez hace que nunca se llegue más allá de la media hora. Después, a nadie le diremos que no nos gustó, pues las cosas mal vistas siguen siendo la cosas bien inconfesables.

Y en este maridaje, entre la duda y tu recuerdo, mantengo mi cabeza equidistante tratando de arbitrarlo. Hoy caminé sin dirección alguna, porque como sabes, aquí no la hay. Pero también caminé sin destino, porque aquí el único destino es tu olvido… y como ves, sigo todavía muy distante…

Me despido, por hoy, enviándote el tarareo de una de tus canciones, porque como sabes, acá no traje besos…

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